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LA NACIÓN QUIJOS Y JUMANDI, SU GRAN CACIQUE DE GUERRA

 

David Guevara Yépez Ph.D.

 

REPRESENTANTES DE LA  FASE  COSANGA

 

El padre Pedro Porras Garcés, luego de varios estudios arqueológicos en la provincia de Napo, estableció la Fase Cosanga, la misma que tendría una antigüedad probada de dos mil cuatrocientos años.

Los representantes de esta fase que elaboraron  objetos cerámicos, labraron y levantaron monolitos, trabajaron terrazas escalonadas, construcciones piramidales,  petroglifos con figuras antropomorfas, zoomorfas y figuras abstractas, montículos artificiales o tolas[1], serían conocidos posteriormente como quijos.

 

Ellos vinieron desde el valle de San Agustín, Colombia, donde se generó una cultura de características relevantes.

San Agustín es el resultado del compendio cultural de chibchas, caribes y otros grupos migrantes donde los shamanes, en estado alterado de conciencia, dieron forma a los glifos grabados en las piedras, guardando su mensaje y significado únicamente para los iniciados en los ritos de la ayawasca. Allí nació el culto a los felinos y las ranas adquirieron un simbolismo de lluvia y fertilidad.

Para llegar a la provincia de Napo avanzaron por el alto Magdalena cruzaron el río San Miguel y siguieron por las estribaciones de la cordillera oriental hasta asentarse en las zonas de Baeza,  Archidona, Tena.

UN PUEBLO CON HISTORIA Y NOMBRE PROPIO

 

Los quijos tienen raíces históricas que se extienden a un pasado pre incásico.

Algunas crónicas antiguas narran que Hualcopo Duchicela II, a orillas del Curayay, se entrevistó con los jefes quijos, cofanes, omaguas; con los mensajeros de los mainas, andoas y bracamoros, en procura de conseguir el apoyo bélico y consolidar una alianza para enfrentar el peligro de los incas[2].

 

María Elena Porras, al referirse a los pueblos aborígenes del Ecuador, basándose en varias investigaciones, afirma que antes de la llegada de los incas los quijos ya habitan la región amazónica[3].

 

Cuando los españoles fundaron la ciudad de Quito, en 1535, establecieron los límites orientales por la vía de Quixo hasta el pueblo Hatunquixo[4]. Esta mención presume que el nombre Quixo o Quijos pertenece a una de las lenguas aborígenes de la región.

 

Luis Guzmán Palomino menciona que en el tiempo del Virrey Toledo se le citó en la guerra antiespañola de los pendes, sacerdotes de la nación de los quijos. Afirma que sus descendientes habitan hasta hoy las márgenes del alto Napo y sus afluentes. En las primeras crónicas se los llamó – equivocadamente, también canelos, jíbaros, omaguas[5].

 

El doctor Guillaume Fontaine anota que el nombre de quijos fue por mucho tiempo usado para designar a los indígenas que habitaban la vertiente oriental de los Andes[6].

 

En tiempo de los incas a los indígenas que habitaban la región del valle del río Quijos ya se los denominaba quixos. Más tarde fue sustituido por el de yumbo para ahora designarlos como napos. En 1538 eran alrededor de 15.000.

 

Serrano Pérez Vladimir, citando a Tessman y Oberem, escribe que los quijos recibían diferentes nombres por parte de sus vecinos:

Los  piojeses o secoyas los denominaba: Ari – Bai; los jíbaros, Chúna; los aushiris, Asnáke y los záparos los llamaba Tawo[7].

 

Todos los documentos y citas geográficas de los primeros tiempos de la Colonia coinciden en identificar a los habitantes de este territorio ubicado en el piedemonte oriental de los andes como quijos, nombre que misteriosa e inexplicablemente fue suplantado por otros a partir del levantamiento de Jumandi de 1578.

 

 

EL IDIOMA DE LOS QUIJOS

 

Existen estudios de varios investigadores que permiten afirmar que los quijos, como unidad étnica, tuvieron características propias que definieron su identidad como nación.

 

Entre esas características estuvo el  idioma que fue perdiéndose durante el proceso de la conquista y con la implantación de las doctrinas que impusieron el quichua como lengua general.

 

Juan Marcos Mercier, basándose los trabajos del padre Pedro Porras, confirma esta aseveración cuando sostiene que a la llegada de los españoles muy pocos quijos conocían la lengua del inga[8]. El cacique Hacho, cuya hermana era casada con un cacique quijo, sirvió de intérprete a los españoles, especialmente a Gil Ramírez Dávalos, cuando éste ingresó a su gobernación, en 1559, para la fundación de la ciudad de Baeza.

 

También Augusto Javier López, hace notar que los misioneros franciscanos y jesuitas, como política de evangelización, implantaron la enseñanza del “seona” y kichwa, suplantando los idiomas vernáculos,  en buena parte de la amazonia ecuatoriana. Por ello concuerda con Udo Oberem que afirma que los quijos habrían tenido su propia lengua materna, aunque para el siglo XVIII ya eran quichua hablantes como consecuencia de los sostenidos procesos de aculturación[9].

 

José Barletti, basándose en los estudios de Juan Marcos Mercier, descarta toda posibilidad de que en la zona del alto Napo se hablara quichua antes de la conquista, ya que este idioma llegó desde Quito de la mano de los misioneros, conquistadores y caucheros[10].

 

El idioma de los quijos perdió su vigencia cuando los curas y doctrineros cumplieron las constituciones sinodales que exigían que se predicara en la lengua de los indios,  y el único idioma originario que conocían era el kichwa o lengua general[11].

 

En lo que tiene que ver a sus raíces lingüísticas este idioma pertenecía al grupo shillipanu; aún existen algunas palabras que en su pronunciación y significado se parecen a la de los idiomas que hablan los cofanes, zátchilas y chachis.

Los estudios realizados por Eduardo Bedoya determinan que los quijos, coayqueres, zatchila, chachis y cofanes son parte de la familia etno lingüística shillipanu[12].

 

 

LA  HEREDAD TERRITORIAL

 

El territorio de los quijos se extendía desde la ceja de la cordillera oriental de los Andes hasta la llanura amazónica en un área rodeada por los ríos Quijos y Napo. El río Quijos primero se llama Papallacta, luego Quijos y por último Coca, nombre con el que desemboca en el Napo.

 

El Conde de Lemus, en la descripción de la Gobernación de Quixos, documento escrito en 1608,  informa que esta jurisdicción ocupa una extensión de 7.500 kilómetros cuadrados, en la vertiente oriental de la cordillera de los Andes, entre los 2.000 y los 400 metros de altura sobre el nivel del mar.  Este informe está acompañado por un mapa, cuyo valor radica no solamente por los detalles geográficos que contiene sino porque es el primero que se ha trazado de la zona.[13]

 

Los quijos habitaban un territorio excepcional donde se concentra la mayor diversidad biológica del planeta distribuida en lo que modernamente podríamos establecer como seis zonas de vida que ascienden desde el bosque húmedo tropical (600 msnm) hasta el bosque pluvial montano ubicado en la franja comprendida entre los 2800 y 3700 metros sobre el nivel del mar.

 

 

ORGANIZACIÓN SOCIAL Y POLÍTICA

 

La organización social y política de los pueblos indígenas  prehispánicos de los Andes tenía como base al grupo familiar que se denominaba ayllu, unidad demográfica que promediaba las doscientas personas. El jefe era conocido como “principal” o cacique (kuraka) menor. La unión de varios ayllus daba origen a un cacicazgo o kurakazgo.

 

Un cacicazgo era un núcleo con autonomía política y económica. La autoridad estaba en manos del  cacique mayor o señor étnico.

 

En las selvas amazónicas, por lo general, se desarrollaron las sociedades tribales, basadas en la recolección y una incipiente agricultura. Las prácticas comerciales les permitieron relacionarse con comunidades de regiones diferentes.

 

Los quijos tenían un territorio que compartía las condiciones geográficas de la sierra y la amazonia; su contacto con las culturas amazónicas y andinas les permitió desarrollar una organización social y política donde la sociedad tribal y el kurakazgo convivían complementariamente.

 

Sobre este tema Frederica Barclay sostiene que en las estribaciones andinas etnias como los quijos jugaron un papel de “bisagras”, facilitando procesos de integración entre la sierra y la amazonia, gracias a un sustrato cultural común  y a la existencia de especialistas en comercio - diplomacia[14].

 

Los quijos fueron conocidos como buenos comerciantes y excelentes viajeros. Recorrían largos trayectos visitando pueblos y comunidades de la sierra y la costa con productos como tabaco y coca. Muchos cronistas coinciden en afirmar que en Hatunquijos, frente a la actual población de Cuyuja, en el cantón Quijos, mantenían un tianguez o mercado donde se comerciaban productos procedentes de muy adentro de la amazonia, del mar y del Reino de Quito.

 

Frank Salomon y Udo Oberem al revisar un informe preparado por Diego de Ortegón en 1557, hallan indicios que en Hatunquijos se comerciaba vestidos, adornos de oro, alimentos y otros productos de la región. “La compra y venta no se efectuaba sólo por trueque sino que conocían una moneda llamada “carato””[15]

 

Antes de la conquista española y durante su proceso de dominación, el territorio de los quijos estuvo divido en los siguientes kurakazgos:

 

Hatunquijos con las poblaciones de Chalpe, Chumifo, Tazallacta etc.

Cosanga con las poblaciones de Cosanga, Conduceta, Guacamayo etc.

Coca con las poblaciones de Anche, Befa, Cenu, Tonta, Concín etc.

Sumaco con las poblaciones de Acande, Achifa, Comate, etc.

Los Algodonales con las poblaciones de Beto y Nayora

Las Calientes con las poblaciones de Chahui y Huarozta[16]

 

Esta forma de organización fue anulada por las autoridades españolas a raíz del levantamiento de 1578, cuando como represalia y castigo dieron muerte a pendes y kurakas.

 

Autoridades del Rey y de la iglesia introdujeron el sistema de waynaros, capitanes, tenientes, etc., impuestos por ellos para controlar todos los movimientos y evitar nuevas rebeliones.

 

Más tarde los agruparon en muntun, clasificándolos por familias y  procedencia. Generalmente el nombre del muntun estaba dado por el lugar de residencia o por el “burla” o sobrenombre del jefe del grupo.

 

Actualmente están organizados en comunidades y sus autoridades son nombradas mediante votación de los socios.

 

 

ALGUNOS RASGOS CULTURALES

 

De la memoria oral de los descendientes de los quijos Juan Carlos Gamboa y Ramiro Muñoz Macanilla compilaron algunos rasgos de la cultura kichwa, de los mismos que hacemos un apretado resumen.

 

Sus ritos son parte de su cosmovisión y están ligados a muchos actos de su vida.

 

Para el matrimonio los novios deben realizar los rituales de la pactachina o cumplimiento de las obligaciones y la burao o matrimonio. El novio previamente ha pedido a Amasanga, espíritu mayor de la selva, que lo cure y proteja de los supaybiruti, los dardos espirituales del mal, que envían los celosos pretendientes de la novia; ella debe visitar a Nunghui mujer de Amasanga para que le ofrezca sus piedras sagradas y el conocimiento para cultivar la yuca y trabajar la cerámica

 

Los ritos funerarios son igualmente importantes; el temor que tienen al aya o alma del muerto, exige la realización de un ritual, a fin de espantarla y alejarla de la casa; así: después de que se saca al muerto del hogar donde habitó, la casa es ortigada, se barren los caminos también con ortiga, para que el alma se aleje y no haga daño.

 

Una de sus celebraciones rituales anuales más importante es la fiesta de la Jista mediante la cual agradecen a las fuerzas reproductivas de la selva. En ella se evidencia una percepción diferente del tiempo y el espacio. Los quijos ocupan los sitios alejados de la misión, de la iglesia y de la plaza, dominio de los no runa; y escogen aquellos que están cercanos a los ríos, que corresponden al Unai, su tiempo - espacio mítico.

 

Los quijos destacan por el trabajo cerámico, actividad exclusiva de las mujeres, pues así les enseñó Nunghui desde tiempos míticos; el conocimiento del trabajo de la tierra, está vinculado con las tradiciones de sus propios ayllus y se transmiten de madres a hijas o de madres a nueras.

 

Se trabaja la cerámica mediante la técnica del acordelado; para el decorado emplean tres colores básicos, blanco, rojo y negro; los diseños hacen referencia a sus animales sagrados como el tigre y la boa; la quema la hacen a fuego vivo y al aire libre. Elaboran vasijas de distintos tamaños; las mucahuas, que son el símbolo del trabajo de la mujer, reflejan la visión que ésta tiene del mundo y su papel dentro de su sociedad y de su cultura.

 

Los hombres construyen sus viviendas. El tejido con fibras vegetales y la cestería es otra artesanía importante, tejen shigras y hamacas. Trabajan también sus herramientas para la caza, pucuna o bodoquera, lanzas de chonta, para la pesca y la agricultura. Son hábiles en la talla en madera especialmente de balsa, con la que hacen: pájaros, tucanes y otras aves de la selva.

 

El vestido tradicional de las mujeres, era una pampalina (saya), maquicona que la usaban para cubrir su cuerpo; además una cutuma o camisa recogida desde el cuello y el anaco una tela que se envolvían como falda; la vestimenta se complementa con collares de cuentas de vidrios. Los hombres usaban pantalones hasta la rodilla. Antiguamente acostumbraban tatuarse la piel, empleando la pepa del witu, con la que también se teñían el cabello.

 

En el siglo XVI los quijos de  Baeza y Ávila vestían dos mantas anudadas a los hombros. Las mujeres una faja por debajo del ombligo que les llega hasta las rodillas. Y lo demás en cueros.

 

Los naturales de Archidona andaban desnudos; excepto las mujeres que traían por la cintura un pedazo de manta hasta la rodilla. Los hombres ataban sus miembros viriles con una soguita como cinturón. Todos estos indios, aunque desnudos, solían sacar oro y hacer joyas para pechos, brazos y narices, en cantidad; en todas las casas había fundiciones[17].

 

La yuca es la base de su alimentación diaria, además de  varios tubérculos y frutas: papaya, aguacate, guabas, maní de monte, pan de árbol.

La chicha de yuca, asua, es el centro de su dieta, infaltable en la comida diaria así como en las ocasiones rituales, pues cumple una función importante en las interacciones simbólicas interfamiliares e intercomunitarias.

 

La carne es un producto básico de su dieta, la misma que obtienen de la cacería y de la pesca.

 

Los descendientes de los quijos tienen una serie de tabúes alimenticios que son rigurosamente cumplidos; así por ejemplo no pueden comer sesos de ningún animal pues existe la creencia de que mientras cazan, un ave les defecará en los ojos y no podrán ver a su presa; tampoco pueden comer vísceras de animales porque se enredarán mientras cazan y fracasarían en esta actividad.

 

Creían que el cosmos está compuesto por tres espacios. El primero es el Janan, que es el mundo espiritual; el segundo es el Kay Pacha, que es la naturaleza en la que se vive, es el lugar donde viven los seres humanos y, el tercero, es el Uku Pacha, que es el mundo de adentro. Hay seres de la naturaleza que están tanto dentro del Uku Pacha, como del Kay Pacha. También existe el Jawa Pacha, en donde están los espíritus como los astros y las deidades.

 

Todos los seres vivos, animales y plantas son amigos y hermanos, son seres iguales a los humanos. Algunas plantas y animales no las ha dado Dios para que los seres humanos se alimenten de ellos. Para ser recíprocos los seres humanos están obligados a cuidar a las plantas y los animales. A las plantas no se las debe dañar sin motivo, siempre que se las quiebre debe ser para algo. Igual con los animales. A estos no se les debe matar por matar, sino que se los debe sacrificar únicamente para servirse de ellos.

 

En la arquitectura de los quijos se refleja también el proceso de interacciones socioculturales con los otros pueblos de la región. Sus casas disponen de una muy rígida delimitación del espacio interior, que refleja, el nivel de influencia en las relaciones interétnicas.

 

Las casas tradicionales, son con techo tejido con hojas de palma de nupu, los bordes tienen una altura sobre el suelo de un metro, mientras que en el centro de cinco a seis metros. El tejido del techo de la casa, lo hacen con mucha dedicación y es tan elaborado como el trabajo de cestería de sus canastos. Junto a la casa generalmente se encuentra una chagra con los cultivos básicos para su subsistencia.

 

La construcción se hacía de forma ya sea redonda u ovalada. Se construía directamente en el suelo y se le ponía techo de palma. Estas viviendas eran totalmente cerradas con paredes de chonta.

 

Si el eje de la casa estaba orientado de Este a Oeste, la parte Este correspondía a la mujer y la Oeste era para el hombre. El lado del hombre se llamaba hatunwasi. Para la construcción de su vivienda se utilizaba pambil de chonta, hojas de palma, yarina y lisán.

 

Para construir una casa se necesitaban ciertas maderas finas y paja  toquilla que duraban mucho tiempo si se las cortaba en buena temporada. Así fabricada podía llegar a durar hasta veinticinco años, en un ambiente siempre fresco, saludable y sin peligro de enfermedades como las que se derivan de los techos de zinc[18].

 

Los pendes son los poseedores del conocimiento y la capacidad para interactuar con el mundo espiritual. Los primeros pendes fueron tan poderosos que podían convertir a los hombres en plantas, animales o minerales.

 

Los sabios gozaban de tanta fama que resultaba familiar encontrar en sus tambos a personas de otras comunidades de la sierra y la costa que llegaban en busca de sanación, conocimiento y consejo.

 

Aún hoy persiste en forma vigorosa la institución shamánica. Todos los esfuerzos de erradicación desplegados por autoridades y misioneros resultaron inútiles.

 

 

EXPANSIÓN DE LOS QUIJOS

 

Max Uhle, Pedro Porras Garcés y Jacinto Jijón coinciden en establecer que los quijos, luego de consolidar su presencia en Napo durante mil años, iniciaron un proceso de expansión hacia la sierra y la costa ecuatorianas, el mismo que tendría lugar a partir del año 600 de nuestra era:

 

Estas migraciones tendrían lugar por Huaca y San Gabriel para acceder a la provincia del Carchi; por Pimampiro para llegar a Imbabura; por Guamaní a Pichincha; por el Chalupas para la provincia de Cotopaxi y por el cañón del Pastaza para las provincias de Tungurahua, Chimborazo, Guayas etc.

 

En el Carchi se encontró cerámica de la fase Cosanga en un cementerio pre incásico; en Pimampiro hay muestras de cerámica en varios asentamientos prehistóricos; en Pichincha se hallaron vasos cerámicos en Cochasquí, cerámica en un cementerio de Cumbayá, cerámica en Pifo, Tumbaco, Chilibulo; en Tungurahua, cerámica en Tunguipamba cerca de Píllaro; en Cotopaxi existe toda una tradición de pueblos y cacicazgos de origen quijo; en Chimborazo se encontró cerámica Cosanga en Macají, Enen Pata, San Sebastián.

 

En el Retrato Histórico del cantón Alausí, documento preparado por el Gobierno Municipal de Alausí para su portal de internet, se anota:

 

“Neptalí Zúñiga anota que los puruhaes en sus bailes y cantos típicos recordaban la tradición de sus mayores. Decían haber salido del Oriente, cruzando el Pastaza, ascendiendo a las regiones andinas y luego poblando las comarcas de Chimborazo y Cotopaxi. La misma tradición vivía en los indios Ambatos y Tacungas, y los caciques de estos últimos guardaban relaciones de amistad y parentesco con los Quijos”[19]

 

Marcelo Villavicencio Naranjo, hace este interesante comentario al referirse a los primeros habitantes de la provincia de Manabí:

 

“En el área del actual Chone, se sabe que se asentó la nación de  los Chonos compuesta “aproximadamente por 16 parcialidades ubicadas, casi todas, en la cuenca del río Guayas y organizados  en torno a un jefe o Señor Etnico, bajo cuyo mando directo estaban  las parcialidades de Daule, Quixos-Daule, Chonana y Saúco, “cuyos súbditos, a manera de tributo no prestaban su fuerza de trabajo, sino que entregaban gran cantidad de productos de la tierra”[20].

 

Algunos historiadores incluso sostienen que los chonos serían descencientes de los quijos.

 

En su condición de viajeros y comerciantes los quijos consolidaron su presencia en la costa a través de uniones matrimoniales. Tomás Caiche de la Cruz  nacido en 1645 heredó los kacikasgos  de Daule y Quijos - Daule, Yanco, Jiguaya. Estos territorios y respectivas dignidades constituyen una prueba de la capacidad de expansión de los quijos y su vocación diplomática para hacer presencia en diferentes regiones del Ecuador.

 

Durante el período de Integración (500 d C - 1.500 d C), la cultura Cosanga - Píllaro, se mezcló con la Puruhá en parte del territorio de la provincia de Chimborazo, formando confederaciones, intercambio comercial, desarrollo de la orfebrería.[21]

 

También Carmen Peralvo refiriéndose a los primeros pobladores de la provincia de Cotopaxi sostiene que:

 

“Antes de la llegada de los españoles, nuestro territorio estuvo habitado por diversas parcialidades indígenas que entraron por distintas olas migratorias. Algunos arqueólogos como Max Uhle, Jacinto Jijón y Zúñiga consideran que la civilización primitiva que llegó a la región fue la proto - panzalea de descendencia Chibcha; otras serían la de los Cayapas - Colorados procedentes de Centroamérica, los Atacameños, los Quijos procedentes del Oriente y que habrían formado los cacicazgos independientes de Tacunga, Mulliambato, Píllaro, Quizapincha y otros[22].

 

Los quijos fueron una nación importante desde antes de la llegada de los españoles. Mantuvieron relaciones de comercio y amistad con los pueblos de la sierra y la costa y sus conocimientos shamánicos fueron respetados y valorados por todos.

 

Mariusz S Ziótkowski,  comenta que según datos de varios autores, los quijos se sintieron siempre superiores a todas las tribus vecinas, incluyendo los kichwa hablantes, que no eran cristianos, no llevaban ropa ni participaban en el comercio de la sal del Guallaga[23].

 

Existe evidencia suficiente incluso para sostener que uno de nuestros kurakas, Zocozo Paupar, en alianza con los shirys, luchó contra los invasores españoles luego de la muerte del Atahualpa. Salomon recoge un testimonio de la probanza de méritos de Hernando de Para, efectuado en 1560, donde se narra que luego de la muerte de Atahualpa dos de sus capitanes se retiraron e hicieron fuertes en sus respectivos pueblos. Rumiñahui en Píllaro y Zocozo Paupar  en territorio quijo[24].

 

También existe constancia histórica que derrotado Rumiñahui muchos soldados indígenas es internaron en territorio quijo[25].

 

 

LOS TIEMPOS DE CONQUISTA

 

La decisión libertaria y su identificación con el terruño cualifican la personalidad real y el carácter distintivo de los quijos. Con los shirys  mantuvieron nexos de amistad y comercio; no hubo rubores de dependencia ni crisis de servilismo.

 

Los incas, en los tiempos de Túpac Yupanqui, Huayna Cápac y Atahualpa, intentaron, no pocas veces, conquistar el hábitat  de los quijos. Pírricas  victorias deslucieron la borla carmesí del incaicato.

 

Vencedoras o vencidas, las tribus orientales, cotizaron demasiado alta su independencia. La codicia peninsular no logró resultados positivos.[26]

 

El capitán Gonzalo Díaz de Pineda, en su primera entrada al territorio quijo, perdió hombres, vituallas y toda la serenidad en las múltiples emboscadas de los indios. Su mirada no pasó de la señorial mole del Sumaco.

 

Pizarro y Orellana, los colosos de la jornada del 12 de febrero de 1542, no llevaron la mejor parte. Sus conquistas apenas rebasaron la epopeya gloriosa del Amazonas. Demasiada hostilidad aborigen desanimó cualquier intento de posterior colonización.

 

Es el 14 de Mayo de 1559, cuando el egregio capitán Gil Ramírez Dávalos, con una política de amistad, reconociendo derechos ancestrales de los nativos, mediante un trato igualitario, funda, con el beneplácito de los quijos, la ciudad de Baeza del Espíritu Santo de Nueva Andalucía.

 

Por esas rencillas caseras, envidias obtusas y ambiciones díscolas Gil Ramírez  debe entregar la Gobernación de los Quijos, el 14 de septiembre de 1559, al capitán Rodrigo Núñez de Bonilla.

 

Bonilla traslada de lugar la ciudad de Baeza. Su gobierno tiene corta duración. Muere en Quito, el 21 de marzo de 1561, a los dos meses de abandonar la jurisdicción de su gobierno.

 

Le sucede el decrépito Don Melchor Vásquez de  Ávila, quien recibe el nombramiento de Gobernador el 24 de diciembre de 1561, firmado por el Virrey Conde de Nieva.

 

En estos meses de desgobierno Alonso de Bastidas estuvo frente a la administración de Baeza, Melchor Vásquez de Ávila, el 23 de junio de 1562, envía a Bastidas la provisión del Virrey para que lo reemplace en las actividades inherentes a su cargo de Gobernador.

 

 

EL LEVANTAMIENTO DE 1562.

 

Una  vez que Gil Ramírez Dávalos hubo salido de la Gobernación de los Quijos, comenzó una etapa de explotación y servidumbre para los indios. El repartimiento de naturales con detrimento de la libertad personal, desmejoramiento social y económico genera odio contra los encomenderos.

 

En 1560 algunos caciques, mediante las armas impiden el repartimiento de indios, creando focos de rebelión y oponiéndose tenazmente a la utilización de los aborígenes como cargueros para transportar víveres de Quito a Baeza.

 

El odio se va acumulando día a día y fermentándose noche a noche.

 

El 23 de julio de 1562 se produce un levantamiento de peligrosas consecuencias. Ya no es la lucha aislada de determinados caciques que defienden sus intereses; los pueblos se han unido para expulsar definitivamente a los españoles de su territorio. Es el poder político y administrativo el que se rebela a una extraña intromisión.[27]

 

Con los repartimientos los caciques han perdido autoridad sobre los súbditos. Su condición de jefes se ve disminuida ante la preponderancia conquistadora. Había que cortar de raíz el mal mediante un levantamiento colectivo que pusiera coto a la codicia peninsular.

 

La lucha es suicida. Se destruyen todos los puentes; los caminos se llenan de trampas y estacadas; se queman los tambos; se tumban las cruces; se roban caballos y se toman prisioneros a los yanaconas de tribus quiteñas que prestan servicios a los españoles de Baeza.

 

Los insurrectos llegan a Baeza y queman las casas que se hallan un tanto alejadas de la población. Alonso de Bastidas organiza la resistencia. Se arman palizadas para fortificar la ciudad. Cuando se ha terminado las balas, Bastidas ordena fundir su vajilla de plata; son caros estos últimos cartuchos.

 

Bartolomé Marín viene con refuerzos desde Quito. En Hatunquijos los caciques que Mazpa y Chalpa le ponen sitio tres meses hasta que es rescatado en el mes de octubre por Andrés de Contero. Cuando estos españoles llegan a Baeza, los indios  han abandonado la lucha y se han retirado a sus territorios.

 

El capitán Andrés Contero fue recibido como Teniente General del Gobernador Melchor Vásquez de Ávila.

 

Bastidas para defender la ciudad ha empeñado hasta las joyas y ropas de su mujer, pues a los más poderosos caciques les ha enviado regalos de camisas, sombreros, cuchillos, collares y medallas.

 

 

JUMANDI, SEÑOR DE LA PROVINCIA SUMACO.

 

Pacificada Baeza, Andrés Contero y Bartolomé Marín, deciden recorrer la extensa geografía de la Gobernación de los Quijos. Penetran unas cuarenta leguas hacia Guarozta donde asientan su campamento.

 

Es el mes de febrero de 1563. Jumandi, Cacique Principal de la provincia de Sumaco, se entera de que a tres jornadas de su territorio han acampado 150 soldados. Envía a su lugarteniente Guayllabamba para que invite a Bartolomé Marín a visitar su casa, Marín con seis soldados es agasajado por Jumandi. Le facilita cargueros para llevar las vituallas del campamento de Contero.

 

Jumandi es el cacique más poderoso de la provincia de Sumaco y del sector de Ávila; le rendían vasallaje los caciques Acande, Achifa, Anoqui, Aragua, Ató, Buji, Bondoy, Boruca, Chui, Capua, Carito, Cito, Coho, Comate, Conchocomi, Corbia, Jamato, Manta, Moti, Orufa, Paugato, Quindofa, Quingue, Quiruca, Somdoca, Tambisa, Toimbatio, Yacho y Ynoto.

 

Jumandi, si bien ha estado al tanto de todos los acontecimientos suscitados en la región de Baeza con motivo de la dominación española, no ha tomado parte activa en las acciones bélicas por cuanto su territorio aún no había sido hollado por pisada depredadora.

 

Es precisamente Jumandi quien invita a Bartolomé Marín; conoce que en el sitio de Hatunquijos este español trató  bien a los indígenas. Sin embargo, luego del agasajo le hace notar que dispone de 15.000 guerreros para desalojar a los invasores que pretendan adueñarse de su tierra recomendándole que las tropas españolas procuren movilizarse lejos de sus dominios.

 

Jumandi se halla consciente de su fuerza. No teme a los españoles. Los trata de igual a igual. El territorio de Sumaco apetecible y fértil permanece en manos de los quijos.

 

El 10 de marzo de 1563, Contero funda la ciudad de Ávila, en la parte superior del río Suno, en los linderos de la Provincia de Sumaco.

 

El 24 de agosto nace la ciudad de Alcalá del Río Dorado en el valle de Coca.

 

En otoño del mismo año, Bartolomé Marín, luego de violentos combates contra los indígenas de los Algodonales funda la ciudad de Archidona.

 

Cuando retornan a Baeza, Bartolomé Marín sale a la ciudad de Quito, donde es reducido a prisión por denuncias provenientes de España, mientras Contero inaugura un gobierno de férrea servidumbre para los quijos.

 

 

LOS AÑOS DE OPRESIÓN.-

 

Es dura la vida de los quijos a partir de 1563. Los indios son reducidos a la más cruel servidumbre, mientras mujeres e hijas pasan al lecho del patrón. El azote es la respuesta fácil a todo intento de reclamo. Los que huyen de las encomiendas son entregados para comida de los perros. A las indias se les cortan los pechos como marca imborrable de atrocidad ilímite. Las chacras son saqueadas a mansalva; muchos mueren de hambre.

 

Hay que trabajar en los campos, tejer telas en las factorías de Archidona, lavar oro en la orillas del Napo, prestar servicios domésticos, servir de cargueros a la Sierra, llevar en silla de manos a las mujeres y concubinas de los blancos. No hay tiempo para descanso que disminuya la fatiga.

 

Tanta es la atrocidad en el trato que los quijos prefieren matar a sus tiernos hijos antes de que sirvan de esclavos a los blancos.

 

El Rey mediante Cédula del 26 de mayo de 1576, dispone una visita investigativa por parte de un Oidor de la Real  Audiencia de Quito, para constatar lo que se vive en la Provincia de los Quijos. Diego de Ortegón es el encargado de recorrer la jurisdicción. Multa a encomenderos por violación de las Nuevas leyes de Indias, dictadas en 1542.

 

Los encomenderos para pagar las multas exigen mayores tributos a los indios, especialmente con la confección de telas. Ortegón pide “regalos” a los quijos. Contribuciones, multas, regalos. Todo sale del escuálido presupuesto indígena.

 

Para acelerar la cristianización de los infieles, Ortegón establece las “doctrinas” que constituyeron la tea incendiaria de la revolución.[28]

 

 

DOCTRINA Y BRUJERÍA

 

Hasta el momento los españoles habían tratado con mano fuerte a los indios, dejando libre su pensamiento, su filosofía y su religión.

 

Con el advenimiento de las doctrinas se iniciaba la conquista espiritual.

 

En la lucha por la libertad tomaron parte muchos caciques que veían disminuidos sus derechos, que miraban con encono como se diezmaba y sometía a su raza. Esta campaña tuvo sus altibajos pero en toda circunstancia palpitaba un espíritu de inquietud en el ambiente.

 

La doctrina pospuso los valores espirituales y religiosos milenarios de los quijos, para dar paso a una religión que venía de mano de la espada.

 

Los brujos, pendes o hechiceros vieron que perdían terreno en la credibilidad de los suyos; su capacidad de conocer el más allá, de dominar los fenómenos de la naturaleza quedaban en entredicho, ante un Cristo que era dueño de todo el universo.

 

La pérdida de tierras, vidas y mujeres; el trabajo oprobioso  y agotador; la humillante realidad del repartimiento, se complementó con la implantación de la “doctrina”.

 

Mediante el adoctrinamiento los quijos debían aprender el catecismo, los mandamientos de la iglesia, a recibir con devoción la cruz y llenarse espiritualmente de la nueva religión. Esta colonización religiosa incomodó sobremanera a los brujos, quienes vieron en los curas y doctrineros serios contrincantes a su condición de sustitutos de sus dioses en la tierra.

 

Es entonces cuando se unen brujos y caciques para fomentar una asonada general que permita erradicar la presencia de los blancos de la Provincia de los Quixos. Brujos y caciques, juntos, recorren los lodosos “chaquiñanes”  predicando el rojo evangelio de la revolución.

 

 

SÍNTOMAS DE  DESTRUCCIÓN.

 

Es el año 1578. El hechicero  Beto, de la encomienda de Diego de Montalbán, vecino de Archidona y el Brujo Guami, oriundo de  Tambisa,  perteneciente  a la encomienda de Sebastián Díaz de Pineda, vecino de Ávila, hacen un llamamiento a  todos los indígenas de la región para que se levanten en armas contra los españoles.

 

Las primeras víctimas son 5 españoles que recorrían los pueblos de Amoqui y Baji. Pedro de Solís, Pedro Moreno, Hernando Arias de Mansilla, Juan García y Francisco Baños sucumben bajo la magia despiadada de las lanzas de los brujos.

 

En Tambisa se festeja el inicio del castigo exterminador a los invasores de la tierra. Se  echa suertes para designar al jefe de la revuelta. Guami  asume la responsabilidad y programa la destrucción de Ávila y Archidona.[29]

 

 

LAS CENIZAS DE AVILA.

 

El 28 o 29 de noviembre de 1578, a la mitad del día, Guami y sus  huestes penetran en la ciudad de Ávila. Los acompaña el Cacique Boruca con fuerte dotación armada. Se integra el hechicero Imbate que reclama un puesto de primera fila en la bélica empresa.

 

Los sublevados se apoderaron de la plaza principal. La carnicería fue completa. Los españoles trataban de hacerse fuertes en ciertos lugares pero lo sorpresivo del ataque no les permitía organizar su defensa.

 

Los quijos atacaban con piedras, lanzas y saetas, con hondas y palos mientras tronaban unos pocos arcabuces, que no hacían sino incentivar el furor y el coraje de los indios.

 

Alonso de Araque murió  a manos del yanacona Apancaro  que lo traspasó con sus dardos; Juan Báez de Francia fue abierto la cabeza  de un hachazo propinado por un pende para luego ser cosido a dardazos las entrañas.

 

De forma similar perecieron Juan Bautista Ginovés, Garci López Zambrano, Alonso de Vargas, Rodrigo Arias de Mansilla, la familia de Sebastián Díaz de Pineda, Juan Bustos, el padre Juan Rodríguez, Juan de Ubernia, Pedro Moreno Pérez, Juan Solís, Juan de Pineda Carvajal. Todos fueron víctimas del furor indiano.

 

Terminada la matanza prendieron fuego a la ciudad. Una inmensa columna de humo atestiguaba la presencia vengadora de una raza indómita y aguerrida.

 

Jumandi con alguna dotación de sus mejores guerreros se había apostado en los alrededores de la ciudad para no permitir la huida de ningún español. Su presencia significaba el comprometimiento a tomar parte activa en la dura lucha que se avecinaba. La desesperación de su gente hervía odio en sus venas y predisponía su ánimo para unirse definitivamente a las huestes que luchaban por reivindicar sus derechos avasallados.[30]

 

 

HOGUERAS EN ARCHIDONA

 

Mientras humeante trajinaba en cenizas la ciudad de Ávila, Beto pone sitio a la población de Archidona. Un traidor alerta a los españoles quienes improvisan una palizada para defender la ciudad, logrando enviar emisarios a Baeza.

 

Pronto se terminan las pocas municiones y la pólvora escasea. Con lanzas y ballestas los peninsulares se defienden con la desesperación entre los dientes. La lucha es desigual. Por cada blanco atacan cien indios con piedras, dardos y palos. Al cabo de tres días la ciudad cae en manos de los sublevados.

 

Nadie queda con vida. Hombres, mujeres, niños, yanaconas y animales fueron presa de la furia destructiva de los quixos. Los árboles de los huertos fueron arrancados de raíz; la ciudad saqueada y quemada hasta cimientos.

 

 

LA GRAN CAMPAÑA

 

Después de la destrucción de  estas dos ciudades, los caciques y brujos confabulados se retiran a la provincia de Jumandi para efectuar los ayunos rituales que duran cinco días. Jumandi, en mérito a sus capacidades y valentía, es electo Gran Cacique de Guerra a fin de que dirija las huestes victoriosas a la toma de Baeza.

 

Con la frialdad de un estratega consumado, Jumandi organiza la campaña. Su pensamiento rebasa la ciega venganza salvaje para proyectar la expulsión de los españoles del territorio de sus mayores  y del Reino de Quito. [31]

 

Quedan atrás el rencor de los brujos y el malestar de los caciques por la disminución de sus privilegios, para cuajar la idea libertadora que recorrería en el sudor de veloces chasquis todos los senderos de la selva.

 

Jumandi hace contacto con las tribus de las orillas del Napo, con caciques de la Sierra para promover un levantamiento general que coincida con el asalto a Baeza. El compromiso es la sangre. La guerra a muerte al poderío español ha sido declarada por primera vez en América.[32]

 

Jumandi recluta grandes contingentes de guerreros que llegan de todas las provincias colindantes. Sus lugartenientes Paujimato y Busi llevan la voz revolucionaria a muchas poblaciones indígenas.

 

Cuando Paujimato intenta levantarse con el mando, en un acto de desobediencia  pueril, es ahorcado en presencia de Guami, su padre.

 

La marcha hacia Baeza se hace con espíritu de victoria, seguros de que los dioses premiarán el coraje de sus hijos. Son miles los soldados de Jumandi que a pecho descubierto se aprestan a la batalla final.[33]

 

 

EL FRACASO DE BAEZA

 

En la ciudad de Baeza, en virtud de los despachos que llegaron de Archidona, se conocía la movilización indígena. Los españoles fortificaron la ciudad y doblaron la guardia velando día y noche.

 

La munición y la pólvora llegaban desde Quito en grandes cantidades así como una dotación de 300 hombres al mando del capitán Rodrigo Núñez de Bonilla, hijo del que fuera segundo Gobernador de los Quijos.

 

Jumandi rodeó la ciudad tratando de forzar una entrada. Dos pelotones ingresaron a la ciudad por los extremos  de una calle. Los españoles, estratégicamente ubicados, disparaban sus arcabuces con pasmosa tranquilidad.

 

Los indios caían unos sobre otros traspasados sus cuerpos por el plomo encomendero.

 

El asalto era ciego. Inmensos grupos de indígenas se lanzaban al combate haciendo de escudo  el cuerpo de sus compañeros.

 

La plaza principal, y por  ende la victoria, estaba cerca. El capitán Ojeda cae en la refriega con un devastador golpe de pica.

 

Los indios  retroceden. Demasiados muertos paralizan su valor y su coraje. La lucha ha concluido. La victoria es de los citadinos.

 

Jumandi se retira a su provincia donde sus caciques y guerreros oponen  feroz resistencia a las espadas de Núñez de Bonilla que trata de reducirlos a prisión. En cada recodo hay una emboscada; cada noche un asalto. No se pide ni se da cuartel.

 

Se ha perdido  una batalla pero no la guerra. Jumandi combate hasta el agotamiento. Con su ejemplo otros caciques se unen a esta singular guerra de guerrillas.

 

 

LA TRAICION DE LA SANGRE.

 

El fracaso de la campaña bélica de Jumandi se debió básicamente a la traición de los mismos indígenas que por prebendas otorgadas por las autoridades españolas se habían convertido en acólitos incondicionales de los blancos.

 

El cacique principal de Cayambe, Jerónimo Puento, estuvo entre los que acompañaron a Bonilla  y fueron precisamente sus tropas las que tomaron prisionero a Jumandi. Por qué este cacique descendiente de los valerosos Nasacotas estaba colaborando con los conquistadores?  Simplemente por un título nobiliario y una encomienda donde laceraba a sus hermanos de raza.

 

Otro indígena, Diego Figueroa de Caxamarca, que anteponía el Don a su nombre, también estuvo en la lucha contra los quijos con igual recompensa que Jerónimo Puento.

 

En Cuenca devela la conspiración Don Francisco Atahualpa, hijo del Inca  sacrificado en Cajamarca. Tiene títulos y encomiendas que lo sitúan a un nivel superior y le permiten codearse con los blancos.

 

En Riobamba es el  clérigo Diego Lobato de Sosa quien da la voz de alarma sobre el movimiento revolucionario que se gestaba. Don Diego es hijo de Isabel Yarucpalla, una de las mujeres de Atahualpa.

 

Dentro de la lucha comandada por Jumandi  no hubo  flaquezas entre los quijos. Las vergonzantes traiciones vinieron de ciertos elementos serranos que habían probado los privilegios que otorga la nivelación con los blancos. Son ellos quienes hacen fracasar el ideal libertario de este gran guerrero de proyección americana que se llama Jumandi.

 

 

TENAZAS Y PICOTA.-

 

Jumandi, como lo anotamos, cae en manos de los españoles a través de las huestes de Jerónimo Puento. Cuatro meses ha durado la contienda.

 

Con  Jumandi son hechos prisioneros los caciques Beto y Ayca que son llevados a Quito, en donde la Real Audiencia los condena a muerte. Los otros cabecillas de la revolución fueron muertos en los lugares de combate  por disposición  expresa de Núñez de Bonilla.

 

El día de la ejecución las autoridades dispusieron que todos los indios de las cercanías a Quito, con los mejores trajes, se dieran cita para asistir a este brutal espectáculo a fin de que observen el destino que tienen los indios que se levantan en armas contra los blancos.

 

La ciudad parecía de fiesta. En una carreta los caciques quijos salen de la cárcel y toman la calle de los Tratantes. Jumandi va amarrado las manos a la espalda. Su figura hierática no expresa ninguna emoción. Su mirada está perdida en el horizonte azul que delimita su tierra.

 

El cortejo marcha a paso lento.

 

Con tenazas al rojo se arrancan trozos de carne de la espalda de Jumandi. Un gesto desdeñoso es la respuesta a la tortura.

 

En la plaza de San Blas, “los brujos de los quijos”, - como se llama a los vencidos – suben a la horca. Sus cuerpos son descuartizados para exponer sus miembros en las esquinas de las calles. Las cabezas colocadas en picotas sirven de señalización vial en los caminos del Oriente.

 

 

JUMANDI, FIGURA AMERICANA

 

Jumandi es una figura de dimensión continental. La proyección de su movimiento indígena apuntaba muy lejos. Él quería devolver la tierra a sus legítimos dueños forzando, mediante las armas, la desocupación del territorio por parte de los españoles.

 

Es la primera revolución india de América que tiene objetivos claros e ideales definidos.

 

La insurrección de Manco Inca Yupanqui de 1536 no fue más que un desesperado esfuerzo por conservar la hegemonía de un linaje.

 

La sublevación de los jíbaros al mando de Quiruba, en 1599, es producto de la tea incendiaria prendida  por Jumandi en las selvas amazónicas.

 

La rebelión de Túpac Amaru del Perú se da doscientos años después del levantamiento de los quijos y no cubre la importancia que imprimiera Jumandi a la organización bélica de su pueblo.

 

Cuando los historiadores investiguen con detenimiento la revolución gestada en la provincia de Napo en 1578, habrán de descubrir la señera figura del cacique Jumandi y sus méritos serán puestos de relieve, porque es hora de conocer  nuestros propios valores para proyectarlos en la dimensión que se merecen.

 

Es un orgullo para los amazónicos y ecuatorianos contar con un héroe que abarca con su inmensa talla guerrera los bordes salobres de América cobriza.

 

 

PROYECCIÓN DE LOS QUIJOS

 

A partir del levantamiento de Jumandi dejó de escucharse la palabra quijo. El genocidio del pueblo quijo se convirtió en política estado. La presencia de líderes como Jumandi y sus caciques ponía en peligro el éxito de la conquista.

 

Muchos quijos tuvieron que huir hacia la sierra y lo que hoy son Perú y Colombia; una minoría guiada por sus pendes se sumergió en el anonimato étnico como estrategia de supervivencia. Cerca de Cotundo existe una laguna donde, en ciertas noches de luna, es posible escuchar la bulla y los cánticos de los quijos que viven en una dimensión paralela a la nuestra.

 

Los conquistadores en su afán de borrar toda huella de su existencia comenzaron a nombrarlos como yumbos o alamas. Los jesuitas introdujeron el seona primero y quichua después como lengua general de catequesis y comunicación. Ocuparon este territorio con grupos de cofanes, oas, omaguas etc. traídos desde lugares lejanos, con el propósito de establecer un mestizaje que apacigüe la sangre indomable de los quijos.[34]

 

Los quijos, desde la clandestinidad racial y con gentilicios prestados idearon varias formas de lucha contra la esclavitud y la opresión.

 

Fueron los primeros en liberarse del yugo de la encomienda. Para 1662 eran hombres libres que tributaban directamente al Rey.

 

Los misioneros intentaron que desaparezcan las prácticas shamánicas y los congregaron  a vivir en pueblos dirigidos por ellos. No lo consiguieron. Los comerciantes los endeudaron hasta convertirlos en esclavos. Al final ellos desaparecieron y los descendientes de los quijos siguen en su tierra.

 

En 1808, ante el abuso de las autoridades, con los Jeberos y Mainas lanzaron su grito de independencia como ejemplo de lo que sucedió un año después en Quito.

 

El Gobierno trató de embrutecerlos pagando su trabajo con el trago de los estancos. Este es un mal del cual aún luchan por salir.

 

Pueblos completos, de la noche a la mañana, se trasladaban de un lugar a otro, para evitar la opresión de curas y autoridades.

 

Cuando introdujeron el sistema de waynaros, los quijos utilizaron esa forma de autoridad en su propio beneficio y   para trasladarse hasta donde el Presidente a denunciar a quienes los explotaban o trataban mal.

 

Todos los jóvenes saben leer y escribir. Muchos son profesionales salidos de la universidad y especializados en el exterior que ocupan puestos de importancia en la administración pública.

 

Un alto porcentaje de los estudiantes de los institutos superiores que forman maestros, como descendientes de los quijos,  se preparan para servir a sus comunidades.

 

En la década del sesenta del siglo pasado los dirigentes descendientes de los quijos impulsaron la organización indígena que más tarde tomó fuerza a nivel nacional, organización que ha protagonizado alzamientos y paros destinados a conseguir la recuperación y reconocimiento de los derechos ancestrales de los pueblos originarios.

 

Desde hace varios años lograron introducirse en el sistema occidental de gobierno y han participado exitosamente en varias contiendas electorales. Han designado diputados, prefecto, alcaldes, consejeros y concejales.

 

El territorio original de los quijos ha ido expandiéndose de acuerdo a la migración de su gente. Están en las provincias de Orellana, Napo, Sucumbíos, Pastaza; en el departamento de Loreto en Perú y en Puerto Leguízamo en Colombia

 

Ha llegado el momento de recuperar la identidad original y volver a llamarse quijos a fin de empatar con un pasado donde yace el orgullo de la raza y la sangre.

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA

 

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  • David Guevara Yépez, Jumandy: rebelión y brujería, Fundación  Nosotros, Tena, 1983  

  • [1] Pablo Ospina, LA REGIÓN DE LOS QUUOS:UNA TIERRA DFSPOJADA DE PODERES (1578-1608), Corporación Editora Nacional, 1992

 

 

 

 

[1] Eduardo Almeida, Evidencia de vestigios arqueológicos monumentales de la fase Cosanga, Pág. 50

 

[2]Jorge Carrera Andrade, El Fabuloso Reino de Quito, Pág. 101, 102

 

[3]Porras María Elena, (TEHIS) Los pueblos aborígenes del Ecuador.

 

[4]Serrano Pére Vladimir, Gordillo Rodríguez Ruth, Ciencia Andina, Editorial AbyaYala, Quito, 1999

 

[5]Luis Guzmán Palomino,  El problema de la Nación: Del tiempo prehispánico al siglo XVI

 

[6]Dr. Guillaume Fontaine, Observatorio Socio Ambiental FLACSO Ecuador, Análisis y evaluación de los conflictos  en el bloque 10.

 

[7]Serrano Pére Vladimir, Gordillo Rodríguez Ruth, Ciencia Andina, Editorial AbyaYala, Quito, 1999

 

[8]Juan Marcos Mercier H. Nosotros los Napu runas,  Publicaciones CETA, Iquitos

 

[9]Augusto Javier Gómez López, Fragmentos para una historia de los Siona y de los Tukanos Occidentales

 

[10]José Barletti, Los pueblos amazónicos en los tiempos de la llegada de Orellana

 

[11]Suárez Fernández Luis, et al, Historia general de España y América: (711-1085)

 

[12]Eduardo Bedoya, PhD, La situación demográfica de los cofanes

 

[13]Cuesta Domingo Mariano, Primera cartografía del territorio de los Quijos

 

[14]Frederica Barclay Rey de Castro, Olvido de una historia, Reflexiones acerca de la historiografía andino - amazónica.

 

[15]Frank Salomon, Los señores étnicos de Quito en la época de los incas, Pág. 148

 

[16]Serrano Pére Vladimir, Gordillo Rodríguez Ruth, Ciencia Andina

 

[17]Juan Marcos Mercier H, Nosotros los Napu runas,  Pág. 343 – 34

 

[18]Juan Carlos Gamboa Martínez, Pueblo kichwa de la amazonia colombiana, Puerto Leguízamo

 

[19] Ilustre Municipio de Alausí, Retrato histórico del cantón Alausí

 

[20] Marcelo Villavicencio Naranjo, Manabí

 

[21] Marcelo Villavicencio Naranjo, Chimborazo

 

[22]Peralvo Arequipa Carmen del Rocío, La provincia de Cotopaxi y los nombres de sus pueblos, Pág. 66

 

[23]Marius  S  Ziótkowski,  La guerra de los Wawqi

 

[24]Frank Salomon, Los señores étnicos de Quito en la época de los incas, Pág. 271, 272

 

[25]Selene Báez, et al, La gente y la biodiversidad, Pág. 29

 

[26] David Guevara Yépez, Jumandy: rebelión y brujería, pág. 1

 

[27] La economfa colonial y su impacto en. las sociedades indtgenas: el caso de la Gobernaci6n de Quijos, siglos XVI-XVII, Alicia Garcés Davila, pág 62

 

[28] La economfa colonial y su impacto en. las sociedades indtgenas: el caso de la Gobernaci6n de Quijos, siglos XVI-XVII, Alicia Garcés Davila, pág 66

 

[29] Crónicas 1559-1561, Lope de Aguirre, Elena Mampel González, pág 157

 

[30] Jumandi: rebelión, anticolonialismo y mesianismo en el oriente ecuatoriano, siglo XVI Lucy Ruiz Mantilla, págs., 93,94

 

[31] Jumandi: rebelión, anticolonialismo y mesianismo en el oriente ecuatoriano, siglo XVI Lucy Ruiz Mantilla, págs., 97

 

[32] Lucy Ruiz Mantilla, Jumandi; rebelión, anticolonialismo y mesianismo en el Oriente Ecuatoriano, Siglo XVI, pag. 95

 

[33] Rodolfo Pérez Pimentel, Jumandi,pág. 18:00

 

[34] Pablo Ospina, LA REGIÓN DE LOS QUUOS:UNA TIERRA DFSPOJADA DE PODERES (1578-1608) Pág-18,19..

 

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